Homenaje a Ben Bradlee: El Cazador de Historias
Madrid, 22 de octubre del 2014.– Lástima que publiquemos homenajes póstumos cuando personas con gran valor añadido ya han fallecido. A profesionales que marcaron una filosofía de trabajo para varias generaciones venideras. Ben Bradlee fue el director del Washington Post (1968-1991) para convertir este periódico en una de las referencias mundiales del periodismo serio y riguroso del siglo XX. Tanto, que contribuyó a la única e histórica dimisión de un presidente de Estados Unidos, Richard Nixon (Caso Watergate).
En el año 2000 me animé a leer sus memorias: «La vida de un periodista» (Ediciones El País, año 2000) y doblé la esquina de algunas hojas. Hoy he rescatado este libro, en papel, y he vuelto a leer aquellas anotaciones que más me impresionaron en su momento. Unos subrayados, centrados en el quehacer periodístico, pero también muy útiles para cualquier tutorial de marketing de contenidos. Ben Bradlee era un cazador de historias en busca de la mejor verdad. Un magistral creador de contenidos al que acudir. Sirvan estas pinceladas de su magnífica autobiografía para iluminarnos:
- La verdad es la mejor de las defensas y toda la verdad es todavía mejor.
- Para esto están los editores, ¿no?. ¿Preocuparme yo por el dinero?. Estaba demasiado ocupado aprendiendo de Ralph Blagden -cómo escribir, cómo buscar historias, cómo reconocerlas, cómo desarrollarlas, cómo tratar con escepticismo, si no con recelo, la primera versión de los hechos-…A lo largo de los años me he jactado de ser capaz de reconocer una buena historia en cuanto la veo, aunque no la viera nadie más. Eso es lo que mejor hago.
- Estoy instintivamente a favor de la luz del sol, contra las puertas cerradas, a favor del “deja q todo se ventile” y contra las habitaciones llenas de humo. Creo q la verdad hace libres a los hombres; odio tener que ceder un solo centímetro de terreno en contra de este elevado principio, pero estoy menos seguro hoy en día de lo que estaba entonces -cuando Phil Graham hizo su pacto secreto-, sobre si se sirve mejora al público dejando que lo sepa todo al mismo tiempo que se está produciendo un acontecimiento
- Realmente no hay protección alguna contra alguien dotado para la mentira, que se ha ganado la confianza de sus directores. Lo mismo ocurre en los negocios, el derecho, la medicina y las demás profesiones. Por desgracia ocurre, aunque pocas veces, incluso en los mejores círculos.
- Cuidado con las historias que, por cualquier razón, te gustaría que fuesen ciertas. Y cuidado con las costumbres que permiten que fuentes desconocidas se acepten fácilmente. Verifica especialmente la del policía deshonesto, el jefe de bomberos acusado de incendio premeditado, el líder religioso mujeriego, la madame debutante. Y después compruébales de nuevo. Cuando se trate de algo realmente grande, busca al menos alguien que muestre su desacuerdo y escúchale. Si no lo encuentras, encarga a alguien que intente convencerte de dejar a un lado la historia. Hicimos eso de forma rutinaria cuando se trataba de historias referentes a la seguridad nacional. Cuando se trate de algo realmente importante, busca a periodistas y redactores jefe que tengas sus reservas. Anima a la gente a que exprese sus peros sobre las historias de otros, y escucha las objeciones expresadas por otros sobre sus propias historias. Y, por último, nunca te desanimes por lo fácil que es que todo se vaya al traste, por lo difícil que es averiguar la verdad. Piensa en cualquier otra cosa que preferirías hacer, si puedes.
- La vida privada de los funcionarios públicos es asunto suyo, a no ser que su conducta privada interfiera en el desarrollo de su labor pública: “Borracho en casa, asunto suyo. Borracho en los pasillos del Senado de Estados Unidos, asunto nuestro”.
- Es cierto que sí que me siento algo desplazado: es parte del cargo de vicepresidente general, así que eso no lo echo mucho de menos. Pero sí que me falta la emoción de las noticias que te aceleran el pulso. Ahí es cuando un hombre de noticias puede tirar adelante con el trabajo para el que nació. Pocos tuvimos la fortuna de que se nos presentase la estimulante oportunidad. Una, y otra, y otra vez.